Patricio Peñalver: “Voy a hacer un pregón para la gente”
- lo ferro flamenco
- 8 ago
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El periodista y escritor murciano abrirá con su palabra la 45ª edición del Festival Internacional de Cante Flamenco de Lo Ferro que reconoce su excelente labor profesional en la que el festival ferreño ha sido compañero de viaje y amigo
Por Gabriel Maldonado Rufete.

Es Patricio Peñalver (Espinardo, 1953) un hombre tranquilo al que siempre recordaré en la butaca tres, fila tres, de la platea central del Teatro Circo Murcia con una pequeña libreta, o unos folios doblados, y un bolígrafo, que guarda en el bolsillo de su americana, con el que toma notas sobre lo que acontece en el escenario y lo que lo circunda.
En nuestros primeros encuentros flamencos lo esquivaba ya que para mí era, y es, un grande de las letras de la Región de Murcia. Una suerte de maestro al que admiraba y cuyo trabajo seguía de forma religiosa desde el anonimato de quien empieza a escribir sobre el mundo del flamenco.
El paso del tiempo, mi vocación por lo jondo y la confianza que uno adquiere en sí mismo me llevaron a estar más cerca de Patricio. Surgieron así, de forma espontánea, charlas a la vera del flamenco, el compartir alguna que otra cerveza bien fría y el nacimiento de un vínculo personal y profesional.
Tras conocerlo en profundidad, y haberlo leído en decenas y decenas de artículos y crónicas, considero a Patricio Peñalver un obrero de la palabra, un maestro en el noble arte de contar historias y una persona que, desde su discreción innata, tiene la capacidad de absorber y contar de forma voraz y clara la realidad que le rodea.
Es Patricio testigo directo del crecimiento y la evolución del flamenco, de forma específica del flamenco en la Región de Murcia, en los últimos treinta años. Por su pluma han pasado Enrique Morente, la Paquera de Jerez, Paco de Lucía, Mayte Martín, Miguel Poveda…
Su trayectoria profesional le hace acreedor del orgullo y responsabilidad de pregonar la 45ª edición del Festival Internacional de Cante Flamenco de Lo Ferro, o de cualquier evento en el que se dignifique y defienda la cultura, esa por la que lleva luchando tantos años y en la que sigue trabajando.
En ello ha puesto su empeño, su vida.
¿Qué emociona a Patricio Peñalver?
Me emociona la lectura. En estos momentos no paro de leer porque me gusta meterme en esos mundos . También me emociona ver una película cada noche y en general la belleza que nace de la literatura.
¿Cómo definiría Patricio Peñalver a un tal Patricio Peñalver?
Sigo mirando al Patricio Peñalver anterior que ha vivido mucho y que se mira ahora mismo al espejo y que sigue creyendo en los mismos principios éticos y morales que pensaba a los diecisiete años. No me he movido de ese pensamiento solidario y sigo siendo el mismo aunque con menos pelo – sonríe – y más cansado…
¿Qué palabra ha sido la que Patricio Peñalver ha escrito más veces o aquella que más le gusta escribir?
Creo que la palabra que más me gusta es libertad. Es una palabra muy bonita aunque actualmente esté muy prostituida y que la están confundiendo en ese ejercicio, por qué no decirlo, nazi o fascista. Hay una cierta prostitución en el lenguaje de palabras que yo adoro, como libertad o democracia. Ahí entramos en los parámetros del que te quiere confundir, personas o el sistema, interesados en confundirte.
¿Qué te da más ojana?
Ver como estamos retrocediendo y como nos quieren hacer retroceder a aquellas luchas con las que llegaron la libertad y la democracia. Nos quieren llevar a un estado medieval donde el dinero es lo máximo y el pobre es un tío perdido, sin solidaridad y sin vínculos entre personas, sobre todo en aquellas con dificultades.
¿Dónde te inspiras para escribir?
Para mí escribir es una necesidad que tengo desde el momento en que me puse en la tarea de querer ser escritor y publicar libros, aunque luego nunca sabes qué libro vas a escribir.
En el fondo estamos escribiendo en el mismo libro aunque no sepas bien que vas a escribir. De pronto te nace una idea central que vas desarrollando sin saber cada mañana qué vas a escribir. Desarrollas un personaje, una trama… En este momento estoy escribiendo sobre los desahucios y todas las complicaciones que ello genera en quien no puede pagar su hipoteca por que lo despidieron…
Considero la literatura una aventura. No me hago croquis, mapas ni situaciones para encajar un puzzle después. Me parece muy fino y está muy bien para ciertas tramas policíacas pero no para lo que yo busco. Me gusta sentir el viaje de la lectura y la escritura, levantarme cada mañana y que el personaje me vaya guiando donde quiera él llevarme.
Y de la literatura al periodismo… ¿Cuántas aventuras te ha proporcionado el mundo del periodismo?
Es un mundo con muchos sinsabores. Ha evolucionado mucho y ha dado un cambio brutal con el cambio del papel a las redes sociales. Los que escriben ya no lo hacen como se hacía antes. Empecé en el periodismo allá por los años ochenta y traté de encauzar mi periodismo con la literatura. Mezclar ambos mundos.
Lo que pasa es que cuando estás inmerso en el trabajo de un periódico, por la prontitud, tienes que dejar la literatura de lado porque escribes mucho todos los días. A no ser que seas un gran periodista cultural como era Francisco Umbral, escribiendo de forma elegante cada día y haciendo periodismo y literatura.
Yo siempre he hecho columnismo social y cultural. Me ha interesado mucho la crónica y, como sabes, me gusta más la crónica que la crítica flamenca sin entrar en valoraciones críticas fuertes de lo que es el cante. Creo que si un cantaor puede tener una mala noche, el periodista también la puede tener. Si como cronista tienes un mal día y le pegas un hachazo puedes joderlo vivo, lo jodes vivo para un tiempo...
¿Recuerdas la primera vez que sentiste un quejío flamenco?
Tengo varias vías… por un lado al nacer en un barrio obrero y humilde cerca de casa había una calle donde vivían gitanos y tengo su sonido en mi cabeza. Sobre los ocho o nueve años recuerdo esa calle, sobre todo en otoño e invierno, arder una candela al compás de bulerías, gente cantando y el braceo de una gitana grande, muy grande, elevando sus manos hacia arriba. Tengo la imagen de la noche, el fuego y el braceo.
Con el paso de los años escuchaba mucho la radio y recuerdo una noche en el patio de mi edificio escuchar unos quejíos flamencos que me impactaron por su musicalidad y eran cantes mineros. Pude comprobar después era la retransmisión del Cante de las Minas en Radio Nacional.
¿Qué momento flamenco de los que has escrito te ha dejado más impactado o te ha llegado más dentro? ¿Algún recuerdo especial?
He sido siempre muy cauto en el sentido de no dejarme llevar por mis gustos. He tratado de hacer una crónica aséptica sin usar el tema de al que más me gusta lo pongo “de puta madre” y el que menos me gusta le doy menos galones de los que tiene.
Momentos poderosos han sido escuchando a Enrique Morente. Para mí es algo más que un cantaor. Como él se definía, era un gran aficionado que se llevaba los cantes a su terreno y era una revolución permanente. Quien graba primero a Miguel Hernández en el año 1971 es Morente. Me impresionaba siempre en el escenario aunque cuando se bajaba de él era un amigo como tú o como yo. Se quitaba rápidamente el endiosamiento que pudiera darle el escenario.
También me impresionaron Paco de Lucía y Camarón. Qué vamos a decir de Camarón, sobre el que nunca escribí, con sus destellos, con sus formas y maneras. El que me impresionó siempre fue Paco. Era un concertista muy medido y muy sobrio rodeado de los mejores músicos. Chano Lobato era una guasa constante, si antes de subir al escenario cenas con él y veías la guasa que tenía con Matilde Coral... Después lo ves arriba y te deslumbraba con su pico y su cante.
Hay otros mitos que me han acompañado como la Paquera de Jerez. La estás viendo cantar desde la primera fila, se dirige a mí y me hace un gesto como “apunta, apunta” y son cosas que te deslumbran.
A Juanito Valderrama lo escuchaba de pequeño en la radio y al verlo sobre el escenario te asombra…
¡Vaya época!
Fue una época tremenda aunque cuando yo entro más en el flamenco fue a finales de los setenta y principios de los ochenta. En ese momento el flamenco cambia, los intelectuales se interesan por este arte e introducen un sesgo ideológico. Con los que yo más entronco en esos momentos es con José Menese, El Lebrijano, El Cabrero y Morente, por su puesto.
Lo Ferro, Cumbre Flamenca de Murcia, La Unión, peñas por toda la región… ¿Qué tenemos en esta tierra?
Creo que Murcia es muy flamenca o los flamencos que hay son muy flamencos. Tenemos esa veta minera que ha influido mucho. Tenemos dos de los festivales más importantes de España, uno con sesenta y pico años y otro con cuarenta y pico además otros que han ido naciendo como el de Alhama, por ejemplo.
El desarrollo del cante en la Cartagena en los años veinte y treinta es muy importante ya que fue el comienzo de algo que se ha mantenido con el paso del tiempo, aunque ya sabemos lo que pasó en La Unión con Valderrama y como comenzó el Cante de las Minas tras aquella actuación del maestro en las fiestas unionenses donde lo silbaron por hacer un cante de la tierra y no los hits de la época que todo el mundo esperaba escuchar...
La llegada a la Región de trabajadores de las minas de Almería o Jaén trajo su cultura, cultura que se mezcló con la nuestra.
Cuéntanos tus primero pasos por Lo Ferro…
Siempre iba a La Unión y sabía que Lo Ferro estaba ahí. Al no conducir me costó más llegar pero sabía que Lo Ferro estaba haciendo carteles cada vas más flamencos y que era un sitio diferente.
La primera vez que fui me encontré con la figura de Sebastián Escudero con quien tuve algunos desencuentros flamencos aunque rápidamente le dimos la vuelta al tema. Era un enamorado del flamenco, un socarrón e irónico como yo y pensé ¡este es de los míos! A partir de ahí nos hicimos amigos hasta el último día.
Recuerdo de él su capacidad de organizar y resolver pero fundamentalmente su vitalidad, ironía y esa forma que tenía de reírse de él mismo y de todo el mundo para superar circunstancias adversas.
¿Cómo ha cambiado el festival? ¿Cómo lo ves en la actualidad?
Mariano y Paco se han echado a la espalda la herencia de Sebastián de la que hablábamos. Veo que intentan cada año cerrar, que no es fácil, cerrar unos carteles cada vez más flamencos y con propuestas diferentes o distintas que no van a otros festivales. Para los aficionados es una delicia ya que puedes disfrutar de cantaores que no aún no tienen las puertas abiertas al mundo del flamenco.
¿Qué significa para Patricio Peñalver ser pregonero del Festival de Lo Ferro?
Como diría Cervantes, ¡es un gran quebranto! Es una preocupación la que tengo por quedar bien. Es un gran honor que he tratado de capear en otros momentos en los que pude serlo y pensé que no era el momento. Pero ya, claro, es mi gente y tengo que obedecer a mi gente. Es una satisfacción y un gozo aunque al mismo tiempo la responsabilidad de hacerlo bien. Tampoco voy a hacer nada especial en el sentido “intelectoide”. Voy a hacer algo para la gente.
Un mensaje para las gentes de Lo Ferro…
Me sigue pareciendo un misterio que en esa tierra naciera un festival con motivo de las fiestas y es sorprendente que aquello que nació con palicos y cañicas siga manteniéndose después de cuarenta años. Es pura magia. ¿Qué más se puede decir? Allí hay una gente extraordinaria y aquello no era flor de un día. El Festival de Lo Ferro nació de corazón y de verdad y los sucesores y nuevas generaciones están asumiéndolo y haciéndolo más grande.
Culmina la entrevista, y el ratito de charla, con un apretón de manos y un abrazo para seguir cada uno con nuestras rutinas diarias, rutinas que en unos días nos harán encontrarnos en Lo Ferro, en unos meses nos volverán a llevar a esa butaca tres, fila tres, de la platea central del Teatro Circo Murcia en la que nos miraremos, sonreiremos y daremos gracias al universo por habernos hecho periodistas, flamencos y amigos.
Gracias, maestro por tantas clases magistrales, por tu humildad y cercanía y por tu innegable influjo en los que lo seguimos y admiramos.
¡Nos vemos en Lo Ferro!
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